Como generaciones pasadas, a la de quien escribe estas líneas,
hoy recuerdan con inmensa tristeza aquella final del Mundial de Italia 90, la
nuestra recordara con igual o más dolor lo sucedido un 13 de Julio del 2014, en
el Maracaná de Río de Janeiro, Brasil. Y quien siente el fútbol así, de esta
manera tan pasional, tan propia, tan vital, me entenderá. Es que un pueblo entero
se volvió a ilusionar con sumarle una tercera estrella al escudo, igual que
hace 24 años. Y esa no es la única coincidencia con aquel mundial. Fue todo muy
similar. Todos los partidos se hicieron cuesta arriba, se llegó con esa pincelada
de heroísmo. Metiendo, corriendo y sin desarrollar un fútbol vistoso. Los
Penales. Alemania. Y hasta si se quiere: el árbitro y ese enorme penal a Higuaín
que no cobró (No nos excusemos en esto, por favor).
¿Solo tristeza?
No. Aunque esta ganó nuestro mundial sentimental, hay otros factores y otros
sentimientos que quedan y deberían permanecer allí. Es lógico que se haga
presente cierta saciedad por lo que se logró luego de tantos años. Y por cómo
se logró. Todo lo que era Argentina antes del mundial, no lo fue en Brasil y,
todo lo que fue en la copa, no lo fue en su previa. Dependíamos de cuatro
individualidades. Ninguno apareció en su dimensión, pero apareció un equipo. Un
gran equipo. Siempre con el corazón en la mano. Se dejó absolutamente todo y
eso se pudo ver plasmado en el campo de juego. No sé si orgullo es la palabra,
porque ¿si traían la copa que hubiésemos dicho? Orgullo es la satisfacción extrema
y acá no está. Hay un gran reconocimiento, un eterno gracias más grande que el
obelisco y, repito, satisfacción por haber llegado hasta donde se llegó. Sin
reproches.
De todos modos,
hay algo mucho más importante que debería quedar. Es la continuación de un
proyecto. Es tomar a Brasil 2014 como punto de partida para algo grande. Y Alemania
es ejemplo de esto: creer y trabajar en un plan que ayer, después de 10 años, tuvo
su cosecha. Merecido, por cierto. Si Grondona desea hacer algo bien antes de
irse, esta es su oportunidad. Debe convencer a Sabella de que siga al mando de
la selección y darle todo para que se pueda crecer. Se viene la Copa América
Chile 2015 y una nueva eliminatoria camino a Rusia 2018. “Trabajo y humildad”, Sugirió
Sabella hace unos días. Hoy debería ser lema oficial en la AFA.
¿Messi? Que puta
manía tenemos los argentinos de comparar y darle lugar a uno por escalón.
Siempre alguien es mejor que otro y peor que tal ¿Por qué? Porque no entender
que todos son diferentes, con sus defectos y también sus virtudes. Que Maradona
fue el mejor del mundo y hoy es Lionel. Las comparaciones son odiosas y también
imposibles. Son modos de fútbol diferentes, épocas distintas. Además, el que
venga atrás siempre va a cargar consigo lo que el de adelante dejó. Es injusto.
Diego es Diego. Messi es Messi. Los dos son argentinos ¿Por qué carajo no solo
disfrutarlos y enorgullecernos de que son nuestros? Nacieron acá y créanme que,
igual que Maradona, Messi tiene la celeste y blanca grabada en el pecho. Seamos
justos. Por favor. Este pibe se sacrificó por el equipo y por los colores.
Renunció al fútbol con el que creció y al que aprendió a jugar, para correr y
meter.
No son magos,
pero 23 jugadores y un cuerpo técnico que eran sumamente criticados dieron
vuelta la tortilla e hicieron que hasta el más incrédulo, se llenara de fe y
esperanza. El mundo entero vio la bandera Argentina y escuchó el himno nacional
de nuestro país en una final de la copa del mundo. No pasa todos los días. Es
por tal motivo, que no encuentro otra manera de terminar este texto: tan solo,
GRACIAS.